Elecciones sin vencedores
Las elecciones autonómicas de 2025 constituyen un ejemplo paradigmático de una tendencia que recorre las democracias occidentales avanzadas y es la disociación entre victoria electoral y legitimidad psicológica.
Aunque el Partido Popular mejora marginalmente su representación parlamentaria respecto a 2023, pierde votantes; aunque el PSOE sufre una derrota severa, su electorado no migra masivamente al adversario sino que se quedó en casa; y aunque fuerzas como Vox y Podemos crecen, lo hacen más como vehículos emocionales que como proyectos de gobierno plenamente consolidados.
Desde una lectura clásica, el resultado puede parecer contradictorio. Desde la psicología política, el resultado es coherente porque las elecciones no expresan preferencias ideológicas estables sino estados emocionales colectivos.
La base de este análisis es sostener que el adelanto electoral impulsado por el Partido Popular (PP) fue una decisión racional desde el cálculo estratégico, pero psicológicamente arriesgada porque el resultado confirma una crisis de vinculación afectiva de los grandes partidos. Además, el crecimiento de las fuerzas periféricas (Podemos o VOX) refleja una transformación más profunda en la forma en que los ciudadanos se relacionan con la política.
Del voto racional al voto emocional
Durante décadas, el análisis electoral se apoyó en hipótesis basadas en la elección racional, en los que los votantes evaluarían programas, gestión y expectativas futuras. Sin embargo, desde la psicología política se ha demostrado de forma consistente que esta visión es incompleta, es más, las tendencias que observamos en los últimos años y las estrategias de movilización de masas van en otra dirección, que no es otra que la emoción como elemento troncal en el que se articula el comportamiento político.
Autores como Sabucedo vienen advirtiendo que el comportamiento político debe entenderse dentro de un clima emocional compartido, definido por percepciones de legitimidad, eficacia y justicia del sistema. En contextos de desgaste institucional, como es el que estamos viviendo en España en general, pero en Extremadura en concreto, donde han nacido muchos de los casos de corrupción del gobierno socialista, el voto deja de ser un acto de adhesión y se convierte en una expresión emocional, y como tal, las opciones son el castigo, la abstención o la protesta.
De esta forma, los ciudadanos, no votan para elegir gobiernos, sino también para expresar su adhesión o afección con el sistema político. Esto es muy importante para entender por qué un Partido puede ganar elecciones y al mismo tiempo, perder apoyo social real.
La decisión bajo incertidumbre
Otro autor, Julio Seoane, aporta otro elemento muy importante, y es que cuando la política se percibe como incapaz de ofrecer soluciones claras, los ciudadanos simplifican cognitivamente la toma de decisiones. Bajo incertidumbre, no buscan optimizar resultados, sino reducir disonancia psicológica. Esto es algo muy habitual en la política actual y lo hemos visto de distinta manera en la polarización, en la preferencia de mensajes simples sin mucha profundidad pero coherentes con tu forma de pensar o el desplazamiento hacia opciones identitarias con alta carga moral.
Como es lógico, en este contexto, el voto deja de ser un elemento racional de gestión futura, es decir, elegir la mejor gestión para el futuro, sino que busca coherencia con el grupo.
El adelanto electoral fue una señal ambigua
El adelanto electoral del PP respondió a una lógica comprensible, por un lado desbloquear la acción de gobierno, por el otro, reforzar liderazgo y aspirar a una mayoría suficiente que permitiera gobernar sin dependencia externa. Sin embargo, desde la psicología política, adelantar elecciones no es un acto tan sencillo y no se tuvieron en cuenta algunos factores.
Toda convocatoria anticipada transmite un mensaje muy sencillo, y es que el sistema no está funcionando, y todo esto en un momento de baja confianza institucional como confirman los datos del último informe de la OCDE que evidencia que los partidos políticos son las instituciones en las que menos confían los ciudadanos (18%) en España.

Y esto, puede tener efectos contradictorios. Por un lado, solo va a movilizar a los electores más Ideologizados, mientras que los moderados preferirán quedarse en casa, y lo más importante, solo activarás a las personas que tienen desafección por el sistema.
Por lo que el resultado habitual no es concentración del voto, sino fragmentación y volatilidad, que es precisamente lo que ha ocurrido en las elecciones de Extremadura en 2025.
El Partido Popular consigue la victoria institucional, pero la derrota simbólica
El PP ha logrado un escaño más que en 2023, pero pierde votantes y no alcanza la mayoría absoluta. Desde una lectura estrictamente aritmética, gana. Desde una lectura psicológica, el resultado es más problemático porque no tiene el apoyo que necesita para gobernar ni liderar con autonomía, que es lo que buscaba con estas elecciones.

El resultado no permite observar un efecto de legitimación ni conexión emocional con el votante. El aumento de escaños no viene acompañado de una ampliación de la base social ni de un aumento del entusiasmo. El apoyo al PP parece responder más a una lógica continuista de aquellos que votaron en 2023, pero a los que hay que restar algunas personas que no están conformes con la gestión, y que posiblemente hayan migrado a opción más conservadoras como VOX.
El resultado es que el PP obtiene aceptación, pero no consigue una mayor adhesión a su propuesta de gobierno, o dicho de otra forma, no consigue quedarse como fuerza hegemónica o liderar ese espacio político, que ahora debe compartir con una fuerza con una tendencia al alza como VOX.
El PSOE, en cambio, la derrota como desvinculación afectiva
La caída del PSOE es profunda, mucho peor de lo que su candidato Miguel Ángel Gallardo ha resumido con sus sencillas «el resultado es muy malo», pero su significado psicológico es aún más relevante que su dimensión electoral. Lo más importante, no hay evidencia de un desplazamiento ideológico masivo hacia la derecha sino lo que se observa es desmovilización, abstención y fuga hacia opciones simbólicamente más coherentes.
Desde el punto de vista teórico es pura desafección, ya que el votante no se siente representado, pero tampoco encuentra una alternativa plenamente satisfactoria, así que el resultado es quedarse en casa, retirado del voto o el voto expresivo, como votar otras opciones como Podemos.
Así que el PSOE no pierde solo las elecciones sino que pierde la conexión con el votante moderado, que es lo que debe buscar un gobierno en las democracias estables. En cambio, compite por el voto emocional y polarizado.
Vox y Podemos, como el retorno del voto expresivo
Como decíamos antes, el crecimiento simultáneo de Vox y Podemos, pese a su antagonismo ideológico, responde a una misma lógica psicológica, y es el voto expresivo. En estos partidos han derivado desde aquellos votantes del PSOE descontentos y desafectados, hasta aquellos que votaron al PP en 2023 y que han cambiado su voto a VOX.
En contextos de bloqueo e incertidumbre, siempre emergen las opciones que proponen marcos morales y narrativas sencillas para explicar las responsabilidades y la situación política.
En ese sentido VOX capitaliza emociones negativas hacia lo que debería ser la opción conservadora ideal, juega con la ira y el miedo hacia el conjunto PSOE-Podemos, e incluye el resentimiento hacia el PP, y las convierte en identidad política propia. Este voto no es un voto pragmático sino un voto que buscar restaurar las bases de un orden moral y una claridad política que en tiempos de incertidumbre es tan importante para esta base de votantes.
Por el otro lado, Podemos aporta la coherencia moral y autenticidad en el extremo opuesto. Sería una necesidad distinta pero psicológicamente similar, la coherencia moral. Para la izquierda extrema, el PSOE ha perdido capacidad de representar valores sociales y progresista, y Podemos ofrece una identidad ideológica más pura y por supuesto mayor consistencia narrativa.
En resumen, ambos crecimientos confirman una tesis central de la psicología política, y es que cuando los grandes partidos se perciben como distantes (ya sea por corrupción o desafección por cualquier motivo), el electorado busca autenticidad emocional, no necesariamente viabilidad gubernamental, y vota a opciones extremas, más claras y coherentes.
Elecciones sin ganadores
Así que desde esta perspectiva, las elecciones de 2025 no tienen vencedores claros. El PP tiene muchas opciones de gobernar, pero no entusiasma. El PSOE pierde, pero no es reemplazado como alternativa, y las fuerzas emergentes como Podemos y VOX crecen, pero no articulan mayorías.
El resultado es un sistema más fragmentado, emocional y menos previsible. Y aunque el conjunto de partidos conservadores (PP y VOX) reunen a una mayoría de los votantes y escaños, no existe entre ellos la suficiente cohesión para grandes propuestas de gobierno, y se verán arrastrados a un teatro político de legimitización de cada uno ante sus votantes.
Esto no significa que sea irreconducible ni inviable, pero es muy probable que siga generando tensiones entre los partidos de una misma línea ideológica, que en ojos de los votantes justifique una mayor erosión del vínculo entre ciudadanos y políticos.
Esto, y siempre desde una premisa de la psicología política podría dar alas a la recuperación de los votantes de la línea ideológica socialista, que verían esta crisis entre partidos conservadores como la justificación a olvidar su castigo y volver a votar.
Conclusión
En líneas generales, las elecciones autonómicas de Extremadura en 2025 no son un accidente ni una anomalía. Son un síntoma de algo que no está funcionando bien. Reflejan una democracia donde el voto ya no expresa confianza en el futuro, sino gestión del malestar presente.
Este malestar viene como consecuencia de la cantidad de casos de corrupción que están dañando al PSOE y que el PP aún no ha sabido capitalizar, mientras que las opciones extremas han conseguido construir propuestas coherentes y claras para captar votos y aumentar sus bases.
Creo que mientras los partidos sigan interpretando los resultados únicamente en términos de escaños y pactos, ignorarán la dimensión más profunda del problema y es la pérdida de vínculo emocional con amplios sectores de la ciudadanía, hartos de corrupción, clientelismos e ineficiencias.
Y estoy convencido, que ninguna estrategia electoral puede compensar indefinidamente la erosión de la legitimidad de los partidos. Es cierto que gobernar sin legitimidad es posible, pero creo que hacerlo de forma estable, no.
Referencias:
Sabucedo, J. M. (1996). Psicología Política. Síntesis.
Seoane, J. & Rodríguez, A. (1988). Psicología Política. Ediciones Pirámides.
