La hormesis de la Inteligencia Artificial

No hay duda. La Inteligencia Artificial nos genera estrés. Nos movemos entre los que piensan que es la herramienta definitiva para la productividad humana, los que opinan que es la clave para la humanización, y por supuesto, también están los que opinan que será el fin de nuestra civilización.

Quizás, como todo, debemos encontrar el punto de equilibrio, la virtud aristotélica, o la hormesis de la inteligencia artificial.

El concepto de hormesis es muy interesante. Proviene de la biología y describe un fenómeno que consiste en que una pequeña dosis de un agente estresante, que en grandes cantidades sería tóxico, produce un efecto beneficioso en el organismo. El calor, el frío, el ejercicio intenso, ciertos compuestos vegetales o incluso pequeñas cantidades de radiación son ejemplos clásicos: demasiado mata; un poco, fortalece.

Lo que no nos mata nos hace más fuertes

Seamos sinceros. El valor real de la hormesis no está en la épica, sino en la precisión, la clave es la dosis. Un exceso destruye y da igual que lo queramos vestir con frases grandilocuentes de la filosofía. Pero su ausencia no provoca adaptación, nos deja abocados a no evolucionar. La cantidad justa genera crecimiento.

Cuando veo como interactuamos con la inteligencia artificial, que no es más que una tecnología que puede adulterar – algunos lo llaman dopar – nuestras capacidades cognitivas, nuestras rutinas y hasta nuestra propia identidad profesional – la pregunta que ronda mi cabeza es clara, ¿podríamos aplicar este concepto a la inteligencia artificial?

¿Existe una hormesis de la IA?

En apariencia sí. La IA podría funcionar como agente hormético, porque genera estrés que enseña, nos obliga a aprender, a adaptarnos.

Sabemos que la IA no es neutral. Introduce presión, cuestiona habilidades, transforma trabajos, acelera ritmos y nos está cambiando nuestra propia forma de pensar, abriendo lo que pensadores como John Nosta han llamado el inicio de la era cognitiva.

Una era que puede revolucionar nuestra manera de enfrentarnos al conocimiento y a nuestros procesos cognitivos, y que sin duda, puede ayudarnos a multiplicar nuestras capacidades, y ayudarnos a acceder a conocimiento antes inaccesible.

Pero como cualquier estresor hormético, su impacto dependerá del tipo y la intensidad de la exposición. Es decir, dosis bajas, podrían producir, crecimiento, claridad, habilidades ampliadas, algo de lo que se habla mucho, y tiene sentido, porque reducimos tareas repetitivas y ganamos tiempo, y por qué no decirlo, también ampliamos nuestra creatividad.

Ahora estamos obligados a desarrollar nuevas competencias, como el prompting, pero también estamos obligados a curar o filtrar información, y por supuesto, a tener herramienta cognitivas (pensamiento crítico) para la validación de información.

Pero sabemos que dosis altas pueden generar dependencia, atrofia cogntivia, automatización sin control, y acabamos delegando nuestro juicio, nuestra memoria, nuestra creatividad. Dejamos de ser humanos y nos convertimos en máquinas. En un mundo en el que las máquinas lo harán mejor que nosotros.

Seríamos followers de una máquina, de un algoritmo. Seríamos menos autónomos. Seríamos sedentarios mentales. En fin, nada bueno.

La zona hormética es donde ocurre la adaptación

Así que podríamos decir que nos enfrentamos a tres escenarios, uno en el que rechazamos la Inteligencia Artificial, porque tenemos miedo, o lo que sea. Aquí perdemos oportunidades de ser más productivos y quedamos a los pies de los caballos.

Luego, tenemos la zona de exposición óptima, que sería el punto de equilibrio o la virtud según Aristóteles, donde en bajas dosis de IA, conseguimos utilizar la inteligencia artificial para pensar mejor, no para evitar el pensar, esto es importante, sino pensar mejor.

Y un tercer escenario en el que nos metemos una sobredosis de inteligencia artificial. Aquí todo es superficial, no llegamos a conocer el fondo de las cosas, perdemos nuestras habilidades pensamiento crítico, nos entregamos a la inteligencia artificial.

Así que la hormesis es interesante en este debate, porque aporta una visión distinta a ese punto de equilibrio, no tanto filosófico, sino biológico, y nos hace preguntarnos cosas tan sencillas como ¿cual es la dosis adecuado de IA para una persona? ¿es la misma dosis para adultos y para niños? Ya solo estas preguntas son interesantes.

Quizás, mas que regular, lo que debemos es establecer las dosis adecuadas de IA para colectivo, y esto correlaciona de manera directa con otros sectores en los que hubo avances desmedidos de innovación que llevaron a abusos por no conocer las dosis. Nadie quiere una talidomina de la inteligecia artificial, donde una generación de madres y sus hijos se vio afectada por un exceso sin control.

Si la Inteligecia Artificial estrena nuestra forma de pensar, debemos encontrar la dosis adecuada de inteligencia artificial. La dosis adecuada nos hace más fuerte, la dosis excesiva no puede matar.

Entonces el riesgo de la IA no se mide en sí o no, sino en la dosis adecuada. Un tema interesante, ¿no te parece?


Puedes participar en el debate aquÍ: https://www.linkedin.com/posts/tomasoteropino_liderazgo-recursoshumanos-innovacion-activity-7396426995896774656-X2Md

Bibliografía:

Shi D, Chen M, Han J-DJ. Strengthen homeostasis with hormesis. Oral Science and Homeostatic Medicine, 2025, 1(1): 9610010. https://doi.org/10.26599/OSHM.2025.9610010