Estamos viviendo un verano atípico, no tanto por el calor, que forma parte de lo que podríamos considerar un agosto normal de verano, sino por la ola de incendios que está arrasando el país. Y, como ocurre con frecuencia en los últimos años, el cambio climático ha sido elegido como chivo expiatorio, muy por encima de la responsabilidad de la gestión política. Dejando de lado lo segundo – que daría para un análisis aparte – quiero centrarme en lo primero, el cambio climático.
No hay ninguna duda de que el cambio climático constituye uno de los desafíos más significativos del siglo XXI, aunque no es algo exclusivo de él. La sensibilidad sobre estos temas lleva décadas sobre la mesa, y solo hay que revisitar Verano Azul, una serie icónica en España, especialmente en verano, que se estrenó en 1981 y que ya incluía un capítulo titulado “No matéis mi planeta, por favor”.
El verdadero desafío, sin embargo, no reside tanto en las evidencias científicas sobre la existencia del cambio climático, sino en la percepción que tenemos de él. Las reacciones sociales frente a este fenómeno constituyen un objeto de estudio en sí mismo y requieren un profundo análisis desde la psicología social.

En esta entrada del blog solo quiero señalar el problema, y quizás en otra ocasión me detenga con más detenimiento. Sin embargo, es necesario comprender que un tema tan complejo como el cambio climático no puede simplificarse en afirmaciones del tipo “todo es culpa de las personas y somos responsables”, ya que resulta evidente que no es así; del mismo modo que tampoco se puede sostener lo contrario, es decir, que “el cambio climático no existe”.
Tampoco debemos caer en populismos respecto a las implicaciones de este fenómeno, sobre todo cuando recordamos los intereses empresariales vinculados a él. Muchas compañías están obteniendo beneficios económicos en torno al cambio climático (energías verdes, reciclaje, movilidad, etc.), del mismo modo que otras empresas lo hacen con nuestra necesidad de alimentarnos o de curarnos de enfermedades. Esto no las convierte necesariamente en cómplices del problema, sino en actores dentro de un sistema económico basado en la oferta y la demanda.
Del mismo modo, tampoco debemos negar que el desarrollo de nuestra sociedad ha sido posible gracias a la capacidad de explotar los recursos naturales – y también los humanos – hasta llevarlos, en muchos casos, al límite.
Esa doble característica, nuestra habilidad empresarial y nuestra disposición a extraer y aprovechar recursos, es lo que nos ha permitido situarnos en la cima de la pirámide alimenticia y tener los niveles de desarrollo que tenemos, a pesar de que, de manera estrictamente natural, no deberíamos encontrarnos allí.
La base del conflicto climático
La evidencia científica ha demostrado de manera contundente la existencia de este fenómeno y sus múltiples impactos en el ambiente, la economía y la sociedad (IPCC, 2021). Sin embargo, las posturas frente al cambio climático suelen polarizarse en dos extremos igualmente problemáticos: la negación absoluta de su existencia y la atribución de todo evento ambiental o social a este fenómeno, que es consecuencia – y esto es lo importante – al uso intensivo de los recursos naturales por parte de las personas.
Negar el cambio climático es una posición insostenible
Negar el cambio climático implica desconocer décadas de investigación interdisciplinaria. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2021), el aumento de la temperatura global promedio en 1,1 °C desde la era preindustrial es consecuencia directa de la emisión de gases de efecto invernadero. Además, múltiples estudios han registrado el retroceso de glaciares, el incremento en la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos y el aumento del nivel del mar (NASA, 2022). Negar estos hechos no solo contradice la evidencia científica, sino que también pone en riesgo la formulación de políticas públicas necesarias para la mitigación y adaptación.
Atribuirlo todo al cambio climático es un reduccionismo simplista
Por otro lado, responsabilizar al cambio climático de cualquier evento ambiental o social es un error conceptual. Si bien el cambio climático puede tener impacto en fenómenos como huracanes, incendios forestales y sequías, no todos los desastres naturales o problemas sociales pueden explicarse únicamente a partir de él (National Academies of Sciences, 2016). Por ejemplo, los incendios forestales también se relacionan con malas prácticas de gestión del territorio y las sequías con fenómenos climáticos naturales como El Niño (Trenberth et al., 2015). Atribuirlo todo al cambio climático genera un reduccionismo que impide comprender la complejidad de las dinámicas ambientales y sociales. El planeta, como sistema, es dinámico, y la expresión de ese dinamismo se refleja en cambios climáticos como hemos visto a lo largo de la historia del Planeta Tierra.
La necesidad de una visión equilibrada y sistémica
El reto radica en adoptar una perspectiva crítica, equilibrada y sobre todo, sistémica. Sistémica implica aceptar que existen multitud de variables que afectan al ecosistema, entre ellas el uso que hacemos las personas de los recursos del planeta, pero no somos los únicos, y no tenemos por que ser el vector mas fuerte, ya que el planeta tiene mecanismos propios de control.
Reconocer el cambio climático como un factor de riesgo global es indispensable, pero también es fundamental, entender que convive con otros elementos, todos ellos importantes.
Un abordaje sistemico debe combinar la ciencia climática con disciplinas como la ecología, las ciencias de la información, la sociología, la psicología y la economía, por citar solo unos pocos, para generar respuestas efectivas (Rockström et al., 2009). La interdisciplinariedad permitirá diseñar políticas más sólidas y evitar discursos extremos que nublan la acción.
Negar el cambio climático resulta tan absurdo como responsabilizarlo de todo lo que acontece en nuestro entorno. Ambas posturas extremas se alejan de la evidencia científica y entorpecen la búsqueda de soluciones reales. La humanidad necesita comprender la complejidad del problema, reconocer la interacción entre múltiples variables y, sobre todo, actuar con base en la mejor evidencia disponible. Solo desde una visión crítica y equilibrada será posible enfrentar el cambio climático de manera efectiva y justa.
Referencias
IPCC. (2021). Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Cambridge University Press.
Rockström, J., Steffen, W., Noone, K., Persson, Å., Chapin, F. S., Lambin, E. F., … & Foley, J. A. (2009). Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity.
Trenberth, K. E., Fasullo, J. T., & Shepherd, T. G. (2015). Attribution of climate extreme events. Nature Climate Change, 5(8), 725–730.
National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine. (2016). Attribution of Extreme Weather Events in the Context of Climate Change. The National Academies Press.
