Si partimos de lo que hemos comentado en entradas anteriores, el mentoring se convierte en una herramienta sencilla que requiere sobre todo, de una experiencia que se pueda transferir entre un mentor y un mentee.
Con este enfoque, el reto sería poner en marcha un programa de mentoring en un ecosistema tan complejo y diverso como el que nos ha tocado vivir.
Solemos pensar que la diferenciación surge de la creación de procesos sofisticados y rimbombantes, pero lo natural, lo auténtico, y que lo que realmente aporta valor es hacer sencillo lo complejo, y buscar la máxima eficiencia.
Por eso, siempre digo, que lo más disruptivo es hacer las cosas sencillas.
En el fondo, dado que el mentoring es un proceso de transferencia de experiencias, el reto es crear un entorno en el que esas experiencias puedan fluir con naturalidad entre las personas.
Para crear ese entorno se necesita el pegamento que existe en cualquier organización. Ese pegamento se llama cultura y no es más – y aquí parafraseo a uno de mis referentes en transformación cultural Fran Cherny de Axialent – que las creencias, valores y comportamientos sobre cómo adaptarse para pertenecer a un grupo.
Por tanto, si existe ese grupo, con una cultura cohesionada, en el que se generan el mismo tipo de experiencias, podrán compartirse gracias al mentoring.
Esta es la razón por la que uno de los entornos donde funciona mejor el mentoring – en mi opinión – son las organizaciones empresariales, ya que en el proceso de creación de experiencias confluyen elementos culturales como también de aprendizaje de procesos interno. Esto es así, por ejemplo, porque no es lo mismo un proceso de aprendizaje que vive una persona en una multinacional americana que cotiza en bolsa que en una compañía familiar japonesa que no cotiza y en el que hay una persona que toma casi todas las decisiones.
En relación al entorno profesional, existen otros colectivos en los que se pueden hacer programas de mentoring que aportan valor en la medida que dotan al proceso de elementos externos, vinculados a la experiencia y que enriquecen al añadir la perspectiva como elemento diferencial.
Este mentoring se da en colectivos que comparten un propósito, un entorno profesional, un futuro. Estos colectivos – ¿te suena alguno en la cabeza? – son el ecosistema perfecto para colisionar ideas, conocimientos y experiencias, y como consecuencia de todas estas interacciones se crea el caldo de cultivo ideal para viajar con el mentoring.
Existen otro tipo de colectivos en los que el mentoring funciona muy bien y son aquellos que comparten en su propósito la superación de retos sociales, algunos personales, económicos, políticos o tecnológicos. En estos colectivos las experiencias están muy marcadas, y el mentoring ayuda desde la perspectiva de compartir experiencias, como también de reducir la frustración de sus miembros. Estos colectivos suelen ser asociaciones, fundaciones u organizaciones sin ánimo de lucro.
Lo cierto es que los buenos mentores son expertos en tener experiencias de éxito, y esto se consigue haciendo, no con la edad. Por eso insisto, que si bien cuando pensamos en un experto lo primero que se viene a la cabeza es una persona como el personaje de Mentor – un anciano sabio – debemos pensar en una persona como la Diosa Atenea – con perspectiva, justicia, inteligencia, y esto, no reconoce edad, ni género ni ninguna otra característica.
De esa forma, convertimos el mentoring en una herramienta sencilla en la que solo necesitamos un colectivo, un grupo de personas apasionadas por compartir con generosidad, con humildad para saber compartir de manera bidireccional, es decir, puedes ser Mentor y Mentee dependiendo de la experiencia a compartir, y sólo quedaría pendiente definir un lugar donde anotar los retos que quieres superar.
Así que si te ves reflejado en este modelo de mentoring, no necesitas conceptos raros ni metodologías complejas sino que lo más disruptivo es simplificar las cosas.
Sólo necesitas una tarjeta o simple documento en el que recojas tus retos profesionales y busques mentores en tu colectivo para que te ayuden a superar esos retos.
Una simple tarjeta – que puedes llamar tu Mentoring Passport – que lleves en tu móvil o en tu tablet y en el que, conforme creces y te desarrollas, añades nuevos retos, para luego buscar a personas de tu red que hayan vivido esas experiencias, y así, poco a poco, conformarán tu única y propia red de mentores.
Llegado este punto, solo me queda daros las gracias y desearos felices fiestas, y si te han gustado estas entradas, por favor, comparte – como haría un buen mentor – y también puedes suscribirte al blog, en el que encontrarás información sobre talento en la era digital. Feliz 2021.