Hace unos días falleció Ken Robinson, una de las personas más influyentes – si no, la que más – en el ámbito de la educación. Muchas de las frases que han sido recurrentes en mis presentaciones o de los ejemplos que he puesto para explicar cómo el Talento se puede destruir o dinamizar en las organizaciones, las tomé de él.
En plena crisis sanitaria y con la demanda de más innovación y creatividad, muchas de las personas que liderarán estos cambios habrán sido formados con paradigmas del siglo anterior. Esto no es ni bueno ni malo, de alguna forma, las organizaciones tienen que seguir una planificación y estos profesionales tienen una experiencia muy valiosa, pero al mismo tiempo, tienen que desarrollar nuevas habilidades que les permita explorar nuevos escenarios.
La transformación digital que tanto nos gusta repetir no comienza con la instalación de una App, ni con la implementación de una metodología Agile, ni con la puesta en marcha de un servicio en la nube, comienza con una transformación mental en la que nuestros procesos mentales mecanicistas deben sustituirse por otros dedicados a la resolución de problemas complejos que requieren de un ejercicio de divergencia para explorar posibilidades, y que luego converjan en una propuesta concreta de solución.
De alguna forma, ahora, el Talento no estaría sólo en lo que haces, sino en lo que intentas hacer, en tu forma de experimentar.
En un entorno político, social, económico y tecnológico en el que hemos penalizado el error, debemos relativizar los intentos que no tienen éxito dentro de un contexto de experimentación.
Si Talento es aportar valor, y el Talento en potencia, es la expectativa de aportar valor, y si queremos aportar valor en el siglo XXI mediante la innovación, la tecnología y el humanismo, debemos arriesgarnos a equivocarnos.
Desperdiciamos mucho talento cuando no nos arriesgamos, y mientras no estemos dispuestos a arriesgarnos, nunca seremos originales. Por supuesto, esto no lo dijo Tomás Otero, sino Ken una conferencia que invito a disfrutar – sí, disfrutar – en el siguiente enlace.
Hay que dejar que el Talento se equivoque, hay que dejar que el talento fluya con naturalidad. En los tiempos que nos han tocado vivir, los malos jefes serán los que no entienden que las personas se equivocan y que detrás de cada error hay una intención de explorar nuevas formas de hacer las cosas.
Así que el Talento de un buen Jefe, Manager, Director, CEO, cualquiera que gestione personas estará en crear entornos donde las ideas fluyan y donde las personas experimenten, mientras que el Talento de RECURSOS HUMANOS o GESTIÓN DE PERSONAS estará en dotar a estos entornos de las reglas adecuadas para que las personas conozcan donde pueden experimentar y cuando no.
Al fin y al cabo, nuestra función, nuestro talento, es desarrollar políticas y entornos de aprendizaje, comencemos con políticas de gestión del error y dejemos que el Talento se equivoque.